Aquí termina esta experiencia. Mañana parto para Madrid a hacer el recorrido inverso que hice hace exactamente 15 días. Sin embargo, Pemba aún me tenía reservado un último regalo.
Hoy he acompañado al padre Fonseca a celebrar la Eucaristía en la comunidad de Santa Isabel, perteneciente a la parroquia de San Agustín. Para llegar allí hay que recorrer un barrio por dentro. Yo he pateado Pemba, pero no recorrido el interior de los suburbios. Impresiona mucho. Última lección de Mozambique: no irme de aquí con una imagen idealizada de un lugar que no es el Cielo y que me recuerda por qué vienen los misioneros al fin del mundo a trabajar.
Agradezo a la Diócesis de Pemba por su ayuda y a los Padres Pasionistas por su acogida. A las hermanas de Pemba y Metoro, más que agradecimiento: me han recibido con los brazos abiertos y me han dado todo lo que tenían, resolviendo mis dudas y respondiendo a mis preguntas con enorme paciencia, tratando de llevarme, en mi experiencia, «más adentro, en la espesura», como diría Juan de la Cruz. Y a vosotros, los lectores, por vuestro interés y ánimo. Seguimos caminando más adentro, cada uno en nuestra espesura.
Pablo M. Ibáñez
(@Blitomi)