La persona de Jesús y su buena noticia es la primavera de la Historia de la Humanidad.
Al contemplar los lirios, la yerba y los pajarillos… y las cosas más sencillas de la vida, nos hacia bogar mar adentro.
Adentro de nosotros mismos. Adentro de nuestro vital por qué y para qué.
¡ Y siempre en relación con ese ABBÁ, PADRE NUESTRO que nos quiere y nos hermana a través de tiempos y espacios para una convivencia humana fraterna digna, justa, feliz!
A mí también me apasiona la naturaleza, distinta en cada estación.
Con su belleza peculiar: la policromía del otoño, la desnudez del invierno, el amarillear de mieses en el estío…
Ataviada como novia: en primavera.
Comparto mi contemplación de la naturaleza y evangelio de JESÚS.
Un sencillo cuadro de hortensias. Flores decorativas; yacían muertas, resecas, desde largo tiempo en mi habitación.
Las miré, con la mirada del MAGNIFICAT. Las revitalicé, en agua, signo de vida.
Estallaron en su colorido de origen, como en primavera… Como que “resucitaron.”
Están entremezcladas con ráfagas del evangelio…rasgadas…
Son palabras preñadas de evocación y experiencia compartida.
A veces sólo una insinuación: pero honda y condensada. De raíces profundas.
Me gusta cómo me ha quedado. Me expresa.
No esperéis citas evangélicas explícitas; sólo ráfagas; rasgos, que evocan o sugieren…
Semillas… posos… de repetición ignaciana que se van sedimentando.
Y se estratifican. Y devienen ROCA, donde fundamentar y enraizar la propia vida.
Sólo son:»ráfagas de evangelio».
Ráfagas de evangelio, que siempre son primaverales.
Teresa Zugazabeitia F.I.