En tiempos marcados por las repercusiones de una crisis económica que enmascaraba otras de mayor calado como la política y la institucional, la ética y su visibilización en el criterio del bien comúnadquieren volumen y resonancias en los discursos actuales.
Incluso se convierte en bandera de la llamada «nueva política» reclamando una regeneración de la vida pública que debería ser exigencia aparejada a la condición de ciudadano y, de forma ejemplar, para quienes ejercen tareas de responsabilidad pública.
El proyecto es de gran calado y exige esfuerzos que superan el aprendizaje cognitivo de una clave ética. El papa Francisco señala su relevancia y trascendencia señalando que el «antropocentrismo desviado» podría ser título apropiado para la sociología actual. La persona habría sido desplazada como criterio de interpretación para las decisiones políticas, sociales y económicas en favor de otras búsquedas como la del máximo rendimiento económico o la de la tecnología como nuevo «becerro de oro».