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«Educación de las nuevas generaciones» – Capítulo 14 – VivirFI Radio

Carlos Rodriguez Vila ejerce hace 18 años como maestro, los últimos 15, ha trabajado en el Colegio Hijas de Jesús de A Coruña. En este capítulo 14 nos habla sobre las nuevas generaciones, sobre la sobreprotección de los padres a sus hijos y la poca exposición. Sobre el miedo a convertir a los jóvenes en niños «burbuja». Bienvenidos a esta aventura llamada VivirFI Radio. Dale play y conecta en nuestro canal de IVOOX.

Texto:

«Estamos ante posiblemente las generaciones más y mejor preparadas que ha habido nunca en este país. El problema es que estamos a punto de desaprovechar a esas generaciones porque estamos convirtiendo a los más jóvenes en niños “burbuja”: híper consentidos, protegidos y poco expuestos a la realidad que se encontrarán el día de mañana que es, por suerte o por desgracia, cada vez más dura y competitiva. Hay un miedo terrible a utilizar la palabra NO con nuestros hijos, nos cuesta poner unos límites que son necesarios y no generan ningún trauma porque los traumas son cosas más profundas y graves y mucho menos numerosas de lo que nos interesa creer. Lo que si se generan son pequeñas frustraciones que son muy necesarias y sanas, siempre adaptadas su edad y circunstancias, claro. Si no somos capaces de hacer todo esto cuando nuestros hijos cuando son pequeños no podremos hacerlo cuando estén en la temida adolescencia y no podremos ayudarles cuando sean adultos. Es crudo pero es la realidad.

Ahora bien, ¿por qué está ocurriendo esto? En mi opinión hay dos factores fundamentales:

-El primero es el MIEDO (con mayúsculas) a enfrentarnos a nuestros hijos, no por incomodarlos o dañarlos en un momento puntual sino porque no nos quieran o nos odien (entre comillas, claro) en ese momento en el que les estamos regañando. Con esto estamos creando pequeños tiranos que, como esponjas que son, aprenden muy rápidamente aquello que les interesa y que les beneficia en un momento puntual.

-El otro factor son las expectativas. El querer que las nuevas generaciones sean mejores que las anteriores en un anhelo muy sano, pero el querer que nuestros hijos sean perfectos y que, sobretodo, sean capaces de hacer todas aquellas cosas que los padres no pudimos hacer se está convirtiendo en una obsesión enfermiza. En seguida tenemos que buscar un “por qué” y una solución. Si no encontramos por nosotros mismos acudimos a aquel profesional que nos dé la respuesta que queremos oír. Si ese profesional no nos da la respuesta que cubra nuestras expectativas seguimos indagando hasta encontrar aquel que, como suele decirse, nos “regale” los oídos.

Si a estos dos factores les añadimos la comparación con otros niños el resultado es, esta vez si, padres e hijos poli traumatizados por no poder cubrir unas expectativas exageradas.

Llevo 18 años trabajando como maestro y veo como todas estas cosas ocurren de un modo cada vez más generalizado. Cada vez es más complicado educar de forma íntegra a nuestros alumnos y, lo que es peor, cada vez es más frustrante ver cómo esa educación es realmente necesaria para nosotros, los padres. Nuestra profesión de docentes es más complicada que nunca porque dudo que haya ninguna otra que esté tan condicionada, vigilada y criticada de un modo tan continuo. Todo esto hace que esa profesionalidad objetiva y real tan necesaria sea más difícil de ejercer, por desgracia.

Aún así me niego a creer que la batalla esté perdida. Lejos de pretender parecer negativista con este mensaje intento buscar soluciones. Puede que, como está empezando a ocurrir con internet o con las redes sociales o como siempre ha ocurrido con otros temas, llegará un momento en el que nos daremos cuenta de que no todo vale, de que nuestros hijos merecen mucho más respeto del que les estamos dando y ese respeto se basa en mirar por su verdadero bien, con sus cosas buenas y con sus cosas malas. Ojalá ese punto de inflexión llegue pronto, por el bien de los interesados que somos simplemente TODOS.»