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CONSEJO 9

9. Se esforzará en tener el respeto y obediencia de las niñas, no permitiendo jamás desaprobar [a las Maestras] en público, sino, al contrario, manteniendo su autoridad y apoyándolas siempre con la suya.

No hay resultado bueno sin esfuerzo. De eso conocía mucho la M. Cándida, sabía de esfuerzo y confianza. Ella entendía cómo trabajar, sabía de voluntad para conseguir sus deseos, que en definitiva eran los de Dios, por eso buscaba lo necesario para conseguir dar respuesta a lo sentido, a la llamada de Dios para el bien de los demás a través de una Congregación dedicada a educar, dedicada a las personas, “dedicada a la salvación de las almas por medio de la educación e instrucción de la niñez y la juventud”.

Por eso, se esforzó en buscar cómo aconsejar a sus Hijas, cómo ayudarles para mantener aquella llamada fiel a lo recibido. Por eso, buscó donde Dios le llevó y redactó los consejos para que todos los que se acercaran a educar en la gran familia de ayer y en la gran familia de hoy pudiésemos conocer la idea inicial, el sentir fundacional, la identidad original, y la adecuásemos a los tiempos de cada una de las etapas que la historia ha ido presentando desde aquel 8 de diciembre de 1871.

Hoy el consejo habla de respeto y obediencia de las niñas. Hoy hablaríamos de empatía, respeto de y para nuestros alumnos y obediencia basada en el amor hacía ellos. Nunca hablaríamos de imposición por la posición que ocupamos y, hoy, menos. La M. Cándida pedía esfuerzo para lograr todo esto. Y añadía a las Maestras Primeras que nunca (jamás) desaprobaran en público a las Maestras. Se trata de respeto, de una forma de respetar a las Maestras. No quiere decir que no haya momentos en que se tenga que desaprobar una conducta comprobada. Pero siempre en particular y con la discreción y el cariño necesarios. La M. Cándida sabía que era necesario mantener la autoridad de la Maestras delante de sus alumnos. Se trata de respaldar con la autoridad de la Maestra Primera, la autoridad de la Maestra, aunque después tengas que hablar con ella personalmente. Y, a partir de esa conversación, se acuerden las medidas necesarias para solucionar el asunto.

Debajo de este consejo hay una palabra importante en cualquier vida: encuentro. Cuando hay encuentro, la perspectiva cambia. Cuando hay encuentro con nuestros alumnos, todo mejora. Ayer, el evangelio de Lucas nos hablaba de luz y de encuentro. Nos contaba el encuentro de Jesús y sus padres con Simeón y Ana. Encuentro que otorgó paz; como cualquier encuentro con Dios hoy, solo trae paz.

Seamos luz, seamos candelas de luz, seamos de los que provocan encuentros.