50. Las recompensas serán distribuidas con discreción, raras veces, para darles más importancia, haciendo sentir a las niñas todo su mérito en la manera de darlas.
Cuando las recompensas, que son algo bueno, son insignificantes (y no me refiero a tamaño o precio), dadas sin sentido y en excesiva abundancia, puede que pierdan todo su valor. La M. Cándida habla de recompensas, que es como decirle a alguien lo bien que lo está haciendo, pero pide que sea hecho con discreción y escasas veces. Con discreción, con cuidado, en su medida, teniendo en cuenta a todos los que están en la clase, y que sean recompensas variadas pues cada niño tiene sus virtudes. Y raras veces, en contadas ocasiones, cuando sea necesario de verdad.
La M. Cándida sigue aconsejando cómo organizar las clases, cómo hacer que las aulas sean espacios de aprendizaje. Y nos anima y aconseja que seamos capaces de hacer sentir a nuestros alumnos todos sus méritos. Que seamos capaces de decirles todo lo bueno que han hecho, aunque sea algo sencillo. Pienso que esos alumnos, cuando maduren, recordarán esos pequeños detalles por encima de los muchos aprendizajes que hayan adquirido.
A pesar de todos los consejos que la M. Cándida escribió, creo que ella también sería de creer en el Dios que oímos en la lectura de Jonás. También sería de los que creemos en ese Dios de las segundas (entiéndase muchas) oportunidades, de ese Dios que solo quiere que el hombre crezca y viva, como decía San Irineo.
También creo que la M. Cándida escribiendo estos consejos le diría al Señor muchas veces lo que nos decía el salmo de ayer: “Señor enséñame tus caminos”, dime Señor por donde debo caminar, qué debo hacer. Dime cuál es tu camino. Y lo diría sabedora de que Dios siempre muestra el camino. Otra cosa es que queramos seguirlo.
Si alguna vez te has preguntado para qué te quiere Dios, Marcos nos cuenta lo que ocurrió aquel día cuando Jesús pasaba junto al lado del lago de Galilea. Me paro aquí para resaltar que Jesús siempre pasa y nos llama, nos invita a que nuestra vida sea con él, a que le sigamos, a que dejemos lo antiguo y caduco, lo que huele a muerte y nos acerquemos a la vida. Y les dijo: venid conmigo. Me encanta este Jesús que no embarca y se va, no. Venid conmigo porque yo siempre voy a estar a vuestro lado. Venid conmigo y aprenderéis el oficio de ser feliz, cada uno desde su vocación, porque no todos somos pescadores, pero estamos llamados a ser pescadores para ofrecer a los demás aquello que hemos encontrado.
Quiero dar las gracias por todas las muestras de cariño después de la presentación de los libros de las perlas escondidas en las cartas de la M. Cándida. Ha sido y sigue siendo un honor y un orgullo de familia M. Cándida. Dios siempre escribe derecho con renglones torcidos.
Seamos personas dispuestas a dejarse invitar por Jesús que llama. Y seamos de los que saben que Él siempre enseña el camino a seguir, porque Él es el camino. Porque sabemos que al atardecer de la vida nos examinarán del … (San Juan de la Cruz).