Ahora que hemos perdido los abrazos…
21 septiembre, 2020
Vivir abiertas a las sorpresas de cada día
23 septiembre, 2020

CONSEJO 32

32. La mejor y principal instrucción es la religiosa. Por los peligros que trae la pobreza consigo, [estas niñas] tienen más necesidad de ser fortificadas en el estudio práctico de nuestra religión; para esto las Maestras jóvenes tendrán un particular cuidado en dirigir todas sus lecciones a este objeto sin afectación, sin esfuerzo, sin fatiga, de manera que, así alimentadas, las niñas lleguen a cristianas sin advertirlo, se les llamará la atención en las clases  con cuadros religiosos, imágenes piadosas, algunas sentencias; cantarán cánticos piadosos. Todos los días, el catecismo; se hará todos los días, o según convenga, una instrucción cristiana proporcionada a la edad y capacidad para que crezcan en virtud y piedad por la costumbre contraída.

                A partir de hoy, y durante nueve semanas, iniciamos el recorrido de los consejos que la M. Cándida elaboró sobre el contenido de la instrucción. Y, para que no haya dudas, lo deja claro desde el principio. Para ella la mejor instrucción que se puede dar a sus alumnas es la religiosa. Seguramente hoy sería cuestionada, pero ¿por qué no darle una vuelta a lo que significaba y lo que puede significar hoy? Quizá estamos viviendo justo lo contrario por parte de algunas instituciones, que encima se enorgullecen de defender la libertad. Vaya forma de defensa de la libertad. Pienso que la instrucción religiosa ensancha a la persona, le proporciona una perspectiva enorme sobre todos los campos que rodean su vida: artístico, social, histórico, educativo y tantos y tantos más; pero sobre todo ayuda al crecimiento interior de personas fraternas, solidarias, alegres, con sentido, con vitalidad, con destino. La M. Cándida sabía mucho de eso, sabía lo que significaba tener un sentido en la vida, sabía que Dios daba sentido a la vida y sabía los efectos de Dios en las personas. No hablo de formas y tiempos, hablo del fondo de la instrucción, hablo de defender lo que creemos y de CREAR nuevas formas de hacerlo. Esa es nuestra tarea.

                No se trata de sermones interminables y aburridos, no se trata de cansar con largas y enrevesadas disertaciones donde, a los pocos minutos, obliguemos a desconectar a los que oyen o leen. Me quedo con el consejo de la M. Cándida: todos los días, se hará todos los días …proporcionada a la edad y capacidad… para que crezca. Hablar de Dios todos los días a nuestros alumnos. Y aquí añado otro beneficio de la instrucción religiosa: que la persona crezca, según sus capacidades. Justo lo contrario que otros quieren: que la persona siga dormida, siga parada y que solo haga y piense lo que le dicen que piense y haga.

                Seamos de los que acercan a Dios a todos, porque sabemos que “el Señor está cerca de los que lo invocan”, porque sabemos que siempre está cuando le llamamos, da igual las circunstancias. Da igual la hora, da igual el tiempo que hace que no hablamos el ÉL. Da igual. Él siempre está cerca.

                Seamos de los que cuentan a nuestros alumnos cómo es Dios. Y hablemos de su clemencia (y expliquemos esta bella palabra) y de su misericordia. Digamos que es lento a la cólera y rico en piedad. Contemos que nuestro Dios es bueno con todos, e insistamos en “con todos”, porque así es. Expliquemos también que es cariñoso con todos. Y, sobre todo, expliquémoslo con nuestra vida. Añadamos que también es justo en todos sus caminos, es decir siempre. Expresemos que es un Dios bondadoso e insistamos que siempre está cerca de nosotros y que es bueno acudir a ÉL. Y. si por si alguien pregunta, decid que todo esto está escrito en el salmo 144 que ayer escuchamos en la eucaristía.

                Seamos de los que cuentan la historia (parábola) de aquel propietario que salió a buscar jornaleros, es decir, contemos la historia donde Dios, nuestro Padre, nos encuentra a cualquier hora del día. No nos preocupemos de cuando empiezan los demás, no nos preocupemos de saber si somos los últimos o los primeros. Preocupémonos de caminar, de buscar, de hablar de ese Dios que tanto nos quiere y que tanto nos cuida.

                Seamos de los que quieren crecer en virtud y piedad y de los que intenten que los que nos rodean crezcan en virtud y piedad. En eso consiste la verdadera instrucción religiosa.