Este es el consejo de no olvidar a nadie, de que nadie se quede atrás por sus capacidades o por las circunstancias que rodean su vida, es el consejo de la escucha en las conversaciones, es el consejo de la caridad siempre presente en todo.
Lo bueno de estos consejos de la M. Cándida es que, aunque iban dirigidos a las maestras o eran consejos para la educación cristiana, valen para cualquier persona, para cualquier vocación, valen para la vida.
Nos dice la M. Cándida en este consejo que Jesús siempre “sugiere”. Qué bueno. Dios siempre atento a sugerirnos lo bueno que podemos hacer, siempre dispuesto a susurrarnos desde su gran amor qué es lo que podemos hacer, por dónde podemos seguir. Y Dios siempre respetuoso con nuestra libertad, por eso susurra, por eso sugiere.
Y nos dice al principio del consejo que debemos tener mucha confianza en las disposiciones de las Maestras, debemos confiar en quien tiene el servicio de que no nos descuidemos, de que seamos buenos en lo que hacemos. Pero vuelve a insistir en el adelanto de las niñas pobres, en esa atención especial y paciente con quien lleva un ritmo menor. Y unas veces lo haremos por puras instrucciones siguiendo esa metodología tan eficaz, otras veces lo haremos por charlas y conversaciones con esa atención tan importante en todo lo que nos transmiten, que a veces, es más de lo que nos dicen. La M. Cándida, como siempre, no se cierra a estas dos opciones: instrucción o conversación, sino que deja abierta la puerta a cualquier otra opción o medio, para lograr el adelanto de esas niñas pobres. No olvidemos la época, la situación de aquella España, la situación de la sociedad.
Da igual el método utilizado. Pero hay algo fundamental en todos y que la M. Cándida quiso dejar escrito al final de este consejo: que sea desde la caridad y el amor. Se puede regar de muchas formas, se puede sembrar de muchas maneras, pero lo que se hace con amor, es especial. El fruto no es cosa nuestra, pero si alguna vez tenemos la suerte de ver algo de ese fruto, es donde podemos decir que lo importante fue cómo sembramos, no lo que sembramos.
En estos días he estado leyendo un artículo titulado:”Saber escuchar a los alumnos es vital para el avance educativo”. Y claro, no he podido evitar acordarme del consejo de la M. Cándida y de ver la importancia de la escucha, de la escucha activa, y volver a descubrir que por encima del tiempo hay pilares que deben permanecer. La M. Cándida no tenía ningún máster en pedagogía, ni nada por el estilo, pero tenía un máster en sentido común, en vida y en personas; y eso debe ser siempre coincidente, la pedagogía y la persona en la misma dirección. Ella sabía que saber escuchar, es vital para la persona. Hoy es muy necesario este consejo. Necesitamos escuchar al otro, simplemente escucharle, no estar pensando lo que me pasó a mí, para luego contarlo sin haber escuchado nada de lo que me han compartido. Es algo que se oye cada vez más.
Ayer cerramos el cuarto domingo de Adviento y nos asomamos a la Navidad. Mateo nos recordaba a ese “Dios-con-nosotros” y en ese relato aparece la figura del gran José, de ese padre que acoge y se fía también de Dios. Seamos de los que acogen, de los que confiamos en Dios y a partir de ahí, y desde ahí, caminemos.
Que mañana sea una feliz Nochebuena, que sigamos manteniendo la costumbre de reunirnos como familia y que desde ese encuentro busquemos cómo lograr que nadie se quede fuera, no solo en esta noche, sino en todos los días a partir de esta noche.
¡Feliz Nochebuena y feliz Navidad!
Escuchemos a Dios, escuchemos, solo escuchemos.