“La Purísima Virgen nos cubra con su manto”
Este es el mejor inicio para estos días, para este último lunes de marzo. Así iniciaba la M. Cándida sus cartas y así quiero compartir mi sentimiento de protección en María para estas fechas donde la necesitamos de una forma especial. Que su manto de Madre nos proteja, nos ayude y nos haga mejores personas.
Desde la sencillez, o como decía la M. Cándida en este consejo, desde la simplicidad, hagamos frente a este virus. Seamos fuertes y que el ejemplo sea una nueva forma de hablar. Desde esa sencillez que la Virgen tuvo en toda su vida, desde ese plano alejado, pero siempre presente, desde ahí construiremos el futuro. Descubramos las cosas sencillas que llenan y dan felicidad a partir de este paréntesis en nuestras vidas. Descubramos que no hacía falta tanto como teníamos y hacíamos. Descubramos que este planeta necesitaba un respiro, aunque el precio está siendo muy caro.
Comparto unas palabras sobre la frase de la M. Cándida con la que iniciaba sus cartas:
“El manto de María, que a los artistas se les ocurre siempre azul, es cercanía, cariño, calor, seguridad, amparo y protección. Y fuerza vital. Reina y Madre de Misericordia. Madre de la Iglesia.
En el regazo de María, bajo su manto, podemos hacer nuestra la súplica de Ignacio “que nos ponga con su hijo” (Teresa Zugazabeitia)
También comparto una “canción” que dura 53 segundos, se titula “Bajo tu amparo nos acogemos”, la imagen que aparece es la de María sentada, mirando, con una ternura infinita al niño, y en ese niño, a todos nosotros:
Más que una canción, se trata de una oración desde lo profundo del corazón, de una plegaria que en estos momentos ayuda a llevar la situación temporal que estamos viviendo. Es una oración del siglo III, probablemente del año 250. Son diez líneas sencillas y reconstruidas, como si de una estampa se tratara.
Ayer nos decía la lectura del Ezequiel que Dios “nos llevará a la tierra de Israel”. Y Dios siempre hace lo que dice. El salmo nos refuerza la confianza de que del Señor viene la misericordia y a ella nos acogemos. Y en el evangelio Juan nos habla de resurrección, de vida y nos recuerda que “esta enfermedad no es para la muerte” y nos rompe la mirada baja y triste con las palabras de esperanza; “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”. Añado sólo un trozo del final: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre”.
Es tiempo de ser “instructivos y edificantes”, no destructivos ni deshonestos. Es tiempo, como dice un amigo, muy amigo, de creerse lo que se dice. Y dice mi amigo que eso se nota en las personas. Y también es tiempo de acogerse bajo el manto de la Virgen, por eso aprendo de mi amigo, al acabar la eucaristía, ir a una capilla lateral y hacer una visita a la Madre y estar unos minutos en silencio, en una conversación personal e íntima para pedirle y darle gracias por todo lo que la vida nos trae. Gracias amigo. Pero, sobre todo, gracias por ser familia.
Nos quedamos en casa pero no por eso dejamos de celebrar, de pedir, de rezar, de acompañar, de … y siempre bajo el manto de la Purísima Virgen.
Cuidemos el cuerpo, pero no descuidemos el alma. Ánimo.