Parece que queda lejana la importancia del sacramento del perdón, pero llegó marzo, llegó la cuaresma de nuevo y nos lo vuelve a recordar de una forma intensa, especial, concreta. Para la M. Cándida era importante, y así lo aconsejaba para que se organizaran bien. Hay que entenderse entre todos los que formamos la gran familia de la Iglesia, cada uno desde su servicio dentro de ella. Los “señores Curas”, con los que hay que entenderse para organizar las confesiones. Pero puede ocurrir que hay “diverso parecer” y, en este caso, la M. Cándida aconseja hablar. Dentro de este consejo aparece la forma de cómo hablar cuando hay diverso parecer. Y nos muestra tres elementos que seguro ayudan y podrían ser buenos consejos para esta cuaresma recién estrenada: humildad, franqueza y modestia.
Hablar con humildad es hablar desde la sencillez, independientemente de quién tenga la razón. Es, además, saber escuchar con atención lo que puedas oír, sea de tu agrado o no, coincida con lo que piensas o no. Es como esa base que necesitan el resto de las virtudes para reconocer a una gran persona, a una buena persona.
Hablar con franqueza es hablar con sinceridad y claridad. Es expresar lo que pensamos de una forma que lo entienda quien lo escuche y, sobre todo, que no haya doblez en las palabras, de forma que quien escuche reconozca a quien habla.
Hablar con modestia está relacionado íntimamente con sencillez y humildad. Es esa virtud de no querer sobresalir siempre y con todo, de no tener preparada una historia mejor cuando alguien te cuenta algo.
Así hay que hablar cuando los pareceres son distintos.
Hay otro detalle en este consejo que no quiero dejar pasar por alto. Está en el final: encomendar a Dios. Esa es la clave. Poner y ponernos delante de Dios y contarle lo que nos ocurre, pedirle luz para poder solucionar el asunto y, en silencio, escuchar su susurro suave donde siempre habla. Lo que ocurre es que “decimos” que no tenemos tiempo para encomendarle a Dios nuestras necesidades y nos equivocamos, sobre todo porque, unos minutos más tarde, sí tenemos tiempo para otras cosas, quizá menos importantes. Pienso que se trata de un convencimiento y una práctica, y creo que cuando lo hacemos, Dios siempre responde. ¡Cuántas veces le pediría la M. Cándida a Dios solución para los graves o sencillos asuntos que el día a día le iba presentando! Seguro que muchas. Seguro que era práctica habitual en su ser y en su hacer.
Este sería un buen compromiso de cuaresma: encomendar a Dios nuestras decisiones, ponernos delante de Él y escucharle. Encontrar ese tiempo para el diálogo, para el encuentro, para la luz. Y si somos llevados al desierto, como nos contaba Mateo ayer, que tengamos la humildad y la firmeza de aprender a salir como Jesús nos enseña. Los desiertos son parte de la vida, pero no estamos hechos para vivir en el desierto.
Hoy, la foto habla de río azul. Los árboles de invierno, desnudos, dejan al río ser espejo del cielo y… ellos mismos se miran en ese manso espejo.
Escribo estas letras de agradecimiento por todas las muestras de cariño y las oraciones por la pequeña intervención del jueves pasado. Gracias.