Bill Gates cumple este viernes 61 años. Es el hombre más rico del mundo, con una fortuna valorada en más de 80.000 millones de dólares, gracias a su visionaria apuesta por el software para ordenadores personales en Microsoft. Y, gracias a esa fortuna, es el filántropo más destacado del mundo. La Fundación Bill & Melinda Gates, que dirige junto con su esposa, destina 5.000 millones de dólares anuales (unos 4.600 millones de euros) a luchar contra enfermedades como la malaria, la polio o el sida, además de impulsar la agricultura en países pobres y otras iniciativas para el desarrollo. Mientras bebe un bote de Coca-Cola light a primera hora de la mañana, contesta esta entrevista en Londres, donde ha estado esta semana en unas jornadas de su fundación sobre los grandes retos del futuro para la salud mundial.
Pregunta. ¿Por qué celebra las jornadas de Grand Challenges en Europa? ¿Quiere dar a conocer más la fundación aquí?
Respuesta. El objetivo de nuestra fundación no es darla más a conocer sino atraer a los mejores científicos para la investigación médica global y destacar las increíbles innovaciones que se están produciendo. La idea es señalar cuáles son los retos en la salud mundial. Es la primera vez que hacemos las jornadas en Europa, pero hacemos mucha investigación aquí en toda Europa, casi tanta como en EE UU.
P. ¿Cómo pueden influir desafíos como la crisis migratoriay el creciente temor al terrorismo a la ayuda al desarrollo?
R. Para la fundación, desde que se creó en el año 2000, la salud mundial es su gran prioridad porque también tiene impacto en la educación y la alimentación para que una sociedad sea autosuficiente, que es nuestro objetivo. Hemos trabajado mucho en erradicar o reducir las enfermedades infecciosas. Y hemos crecido mucho. En 2006 duplicamos nuestro tamaño por la donación de Warren Buffet, y hemos tenido un buen retorno de las inversiones. Ahora somos unas cinco veces más grandes. Empezamos donando 1.000 millones al año y ahora donamos unos 5.000 millones. Es triste decirlo, pero la crisis de los refugiados sirios hace que la gente se dé cuenta de las difíciles condiciones que hay en los países pobres. También nos recuerda que cuando hay problemas tan duros en esos lugares nos afecta a todos. Asimismo, enfermedades infecciosas en lugares lejanos, como el zika o el ébola, y el riesgo para el resto del mundo de que se extiendan, con el calentamiento global y el aumento de los viajes, hacen que las personas se den cuenta de que aún existen enfermedades infecciosas como la malaria, el sida y la tuberculosis. La buena noticia es que la ciencia está haciendo unos progresos increíbles.