Memoria democrática
18 septiembre, 2020
CONSEJO 32
21 septiembre, 2020

Ahora que hemos perdido los abrazos…

Una de las cosas más conmovedoras del evangelio es ver a Jesús tocando para sanar, curar, levantar, devolver la vida y la dignidad… y dejándose tocar, por quien siente amor y necesidad de perdón, por quien tiene necesidad de ser curada y por quien necesita de proximidad.

¿Qué sería del evangelio sin esas escenas de Jesús tocando a los leprosos, a los enfermos…  o sin aquella en la que una mujer con flujos de sangre le toca y Jesús siente que una fuerza sale de él? ¿Qué sería del evangelio sin esa hermosa escena de la mujer a los pies de Jesús lavándoselos con sus lágrimas y secándoselos con sus cabellos? ¿Qué sería de la Buena Noticia si María no hubiera podido sostener el cuerpo de su hijo tras descender de la cruz?

El tacto, algo tan natural, algo tan propio del ser humano, algo tan necesario cuando las palabras no llegan a decirlo todo… La caricia, el apretar una mano, la palmada en el hombro, el sostener el paso vacilante… ahora no lo tenemos, nos lo han arrebatado, o mejor tendríamos que decir, hemos decidido dejar para más adelante, para cuidarnos.

Porque en el fondo, de eso se trata… de cuidarnos, de la misma manera que antes, solo que de otra forma. Y allá donde ahora no hay caricia, llega la mirada. Allá donde no puede haber abrazo, aparecen las tonalidades de la voz, que se modula según la cercanía que quiero expresar. Allá donde no podemos sostener con el cuerpo, nos quedan los gestos. Allá donde no puede haber apretón de manos, aparece el símbolo que nos une. Allá donde no se puede dar un beso, nos queda el silencio habitado y compartido.

Ahora que hemos perdido los abrazos, hagamos posible lo que parece imposible: creamos que es posible ser un solo corazón.

Beatriz Neff

@BeatrizNeff