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Adviento en un abrazo

Quien me conoce sabe que soy una persona a quien le encantan los abrazos…darlos, recibirlos, compartirlos…

Hoy quiero hablar de uno especial que ayer me conmovió profundamente.

Fue en una oración interreligiosa, internacional, intercultural, inter… El lugar fue el espacio Berakah, una asociación que además de acoger y ayudar a la integración, potencia espacios de compartir con personas migrantes la fe, desde la tradición religiosa de cada uno, sabiéndonos unidos por un Dios más grande que los nombres que le ponemos, que es amor que une y nos hace hermanos.

Al finalizar la oración de ayer, se nos invitaba a abrazar desde esa fraternidad alegre a quien quisiéramos. A mi derecha se sentaba un muchacho africano, no parecía tener más de 20 años, serio, con un peinado moderno y ropa deportiva. Fuera de este contexto tal vez me hubiera costado imaginármelo rezando o cantando a mi lado en un espacio así…

No cruzamos ninguna palabra, pero al abrazarnos, el mundo desapareció. No era un abrazo de cumplido, urgente o incómodo. Era cálido y tierno, sin prisa, respetuoso y cercano a la vez… como esa sensación de estar en casa, de sentirte acogida, familia, sin necesidad de palabras. Fue una sensación preciosa de dar y recibir a la vez, de un regalo inesperado. Nos quedamos ahí meciéndonos suavemente, no sé cuánto tiempo…

Desde anoche no puedo olvidarme de ese chico, de ese abrazo… Esta mañana, en la oración, he entendido por qué: Anoche, víspera de Adviento, fui abrazada por Dios que se hace carne, que está llegando, que ya está aquí.

Cuánto bien puede hacernos abrir los brazos, bajar la guardia y dejarnos abrazar por su llegada en los que llegan.

Esther Sanz, FI

@Faidwen33