Bernardo Cea camina apoyando sus 88 años en la empuñadura de un bastón de madera con forma de cabeza de pájaro. El brazo libre lo coge Alberto Cabenas, un joven que conoció en Andamac, una residencia de Ciudad Real en la que vive hace cuatro años. Coincidieron porque Cabenas visitaba a su abuelo, que falleció hace casi un año. La Navidad del 2013 Bernardo le pidió a los Reyes Magos un nieto y Alberto cumplió su deseo. Lo “adoptó” y decidió propagar su acción hasta convertirla en una fundación: Adopta un Abuelo. Este año un centenar de mayores, en su mayoría sin familia directa, tendrán “nietos” y nueve países están interesados en imitar el modelo de voluntariado.
En el pequeño municipio de Torrenueva está la casa de Bernardo. Nieto e hijo de carpintero, continuó con el oficio familiar y construyó una segunda planta con la ilusión de que un matrimonio joven la habitara y se ocupara de él y su esposa. “Estaba dispuesto a que durmieran gratis o pagarles un sueldo, pero nadie quiso”, lamenta. Hace seis años enviudó y cambió su vida “por completo”. El octogenario, que no tuvo descendencia, decidió entonces mudarse a la residencia, donde está a gusto y se siente querido. Cuando llega Alberto a visitar sus tardes tranquilas, lo recibe con un abrazo. Al igual que los otros nueve mayores que tienen “nietos” que los adoptaron en ese asilo. Cada mayor es acompañado una vez por semana durante nueve meses por dos universitarios, para no crear dependencia y por si uno no puede, que el encuentro tenga lugar de todas formas.