Lucas, después del pantallazo del susto y agobio y feliz reencuentro con su hijo de doce años entre los doctores, nada nos dice de Jesús hasta dieciocho años después… «tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años…».
Treinta años de convivencia familiar íntima e intensa dan para mucho.
María es muy comunicativa; sabe dialogar con su Dios.
Aprisa ha ido a echar un cable a Isabel.
Las dos muy expresivas, se comunican fácilmente y rozando el MISTERIO, proclaman la
grandeza de su Dios.
Educa a su hijo en diálogo, de tal modo que hoy diríamos, llega hasta la inteligencia emocional, ¿cómo no conjeturar que hablaría con su hijo de aquello que no entendía, que «guardaba en su corazón», del futuro de su hijo, de los planes que tenía Jesús, de su misión? ¿Cuál era el sueño de Dios para ellos?
Treinta años muy oscuros, en fe confiada, esperanzada sí; pero travesía de desierto. Kénosis oculta: «cómo un hombre cualquiera, como uno de tantos…»
El evangelio de Juan nos hace barruntar ese diálogo tácito:
… no tienen vino…
… todavía no ha llegado mi hora
Jesús le habla de «la hora», con una densidad bíblica, que sólo ella puede entender y
calibrar.
Es en Caná de Galilea, ambiente de fiesta: «estaba allí la madre de Jesús.
Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.»
Quizá sean los de primera hora: aquellos que «se quedaron con él toda la tarde; era
como la hora décima…» .
Celebran el amor, la boda de una pareja feliz, cuando María constata que falta el vino de
la alegría de la fiesta. «Haced lo que Él os diga».
Y el agua en tinajas, destinada a la purificación, queda convertida en vino de alegría.
Poco antes, en aguas del Jordán, se había escuchado: «éste es mi Hijo… escuchadlo»
Es la «madre de Jesús», la que «adelanta» la «hora» de la vida pública de Jesús.
Juan subraya también la relación del signo y la fe:
… este fue el primer signo de Jesús.
Y los discípulos creyeron en Él.
Después bajó a Cafarnaún con su madre y los discípulos
«Este es mi Hijo, escuchadlo»…. «Haced lo que Él os diga».
Mª Teresa Zugazabeitia, FI