Escribo este artículo poco después del día de las gentes del mar (16 de julio. Virgen del Carmen), cuando mucha gente ha vibrado con la “Salve Marinera” y cuando un nuevonaufragio de pateras ha dejado en un islote de Alboran a 50 mujeres, varias de ellas embarazadas, llegando a tierra gritando solo una palabra: “Asilo“. Quizás para unirse a sus familias que ya se les habrían adelantado en pisar tierra firme o en hundirse en el mar
Lo hago tras un paseo en Torrevieja donde me detuve ante la estatua de la mujer mirando al mar. Hay muchas en nuestros puertos, lonjas, y playas , normalmente relacionadas con el marino ausente. Esta a la que me refiero “miraba” el horizonte . Las gentes del mar son oteadores de amplios horizontes y nos enseñan que, mirándolo, nuestro horizonte vital se amplía hasta límites insospechados. Como le sucedía Santiago Kovadloff y a su hijo:
“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: “¡Ayúdame a mirar!” (Eduardo Galeano.)
Dicen que el modelo que inspiró dicha estatua era del de una mujer que miraba frecuentemente el horizonte para recordar permanentemente a su esposo pescador, pertinaz recuerdo que volvía muchas veces asociado a cuando el mar se lo llevó una mañana. La escultura trata de ser un homenaje a aquellas mujeres que se quedaban en casa mientras los hombres salían a pescar, o viajaban al otro lado del Atlántico con la intención de hacer fortuna. El pueblo marinero quiso recordarla permanentemente como merecido homenaje a las gentes del mar.
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